Sin duda alguna, la encrucijada económica que atraviesa
Venezuela y el mundo entero es bastante compleja y complicada. Más allá
de teorías conspiratorias o conspiranoícas, es un escenario que combina
elementos técnico - teóricos, políticos y culturales con una gran carga
psicológica, que en ocasiones raya en lo psiquiátrico, y otras cosas
más.
Atreverse a emitir opiniones a priori, con pretenciones de
parecer enviados por la divinidad para iluminar el camino es algo
temerario, en este punto no hay margen de error, sólo tal vez un mínimo
margen para la maniobra, nada más que eso.
La tarea exige máxima concentración, cero distracciones, la crítica debe ser fundamental y necesariamente edificante, constructiva, unificante, catalizadora; no es momento de perder el tiempo con radicalismos extremos (y absurdos) entre socialistas comunistosos amantes de las mieles del capital y capitalistas pseudoneoliberales sin medios de producción que no son más que asalariados oprimidos y explotados por el sistema que defienden.
Al final después de las confrontaciones esteriles, ambos bandos confluyen en el mismo espacio, en el espacio en el que los extremos se juntan para ir contra la solución que requiere el país y que exige el compromiso responsable de todos.
Sin embargo en éste punto, pareciera que la solución está en las cosas sencillas, en lo pequeño, en el detalle, en lo simple... Hábitos individuales que construyen lo colectivo, acciones personales que impactan en el constructo social...
Volver a los orígenes que indican que fundamentalmente hay que hacer las cosas bien. Acciones sustentadas esencialmente en el amor, el amor al prójimo que nos lleva al bien común según los preceptos ya asumidos de manera sincrética por el colectivo universal.
Al final si hacemos una revisión minuciosa, el camino está claro, o hacemos las cosas bien y nos hacemos partícipes de la solución propuesta, o nos jodemos todos...
Sencillo, así de simple.
24Ene2015
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