"Chávez entrará a la mitología de los altares
callejeros"
Por: Cecilia Orozco Tascón / Especial para El
Espectador
Sábado 03 de diciembre de 2013
El reconocido escritor William Ospina, quien en
reciente columna llamó a Hugo Chávez “un gran hombre que ha intentado abrir
camino a un poco de justicia en un continente injusto”, habla de su polémica
posición, contraria a la mayoría de los establecimientos sociales de Colombia y
Venezuela, en momentos en que el mandatario se debate entre la vida y la
muerte.
Cecilia
Orozco Tascón.- Sorprendió el carácter beligerante y muy político de su columna
del domingo pasado ¿Por qué cambió radicalmente de tema y tono?
William
Ospina.- Me agrada escribir sobre libros, sobre cine, sobre viajes, pero
también me apasiona la política. Cada cierto tiempo, cuando los temas me
afectan, escribo columnas como la del domingo, asumo posiciones, y me gusta que
sean claras.
C.O.T.- En
la defensa que hace allí de los gobiernos de Cuba y Venezuela, compara sus
elecciones con las de Colombia y sugiere que las contiendas en esas naciones
pueden ser más democráticas que las de aquí donde se “compran y arrean”
votantes. Sin embargo, hace caso omiso de los argumentos de quienes acusan a
esos regímenes de recortar las libertades.
W.O.- Yo no
afirmo que Cuba y Venezuela sean necesariamente más democráticas que Colombia.
Digo que sus elecciones victoriosas resultan siempre más sospechosas. Y afirmo
que Colombia no es tan democrática como se pretende. Eso aquí lo sabemos todos,
no es un descubrimiento mío. Sin embargo nadie descalifica a los gobiernos de
Colombia por su precaria democracia, como sí lo hacen todos los días con los
gobiernos de Cuba y de Venezuela. Ahora bien, ni en Cuba ni en Venezuela hubo
en los últimos treinta años las masacres y los holocaustos que ha habido en
Colombia.
C.O.T.-
Usted también es crítico de buena parte de la prensa latinoamericana de la que
sostiene que “ha hecho un gran esfuerzo” por hacer ver como equivocados a Cuba
y Venezuela por ser países contradictores de los Estados Unidos ¿Cree que los
medios del continente se someten tanto a los intereses norteamericanos como,
según usted, lo hacen los gobiernos de muchas naciones?
W.O.- Cuando
yo era niño, la radio vertía ríos de odio contra la revolución cubana. De mis
ocho años recuerdo la frase repetida todos los días: “Cuba, la perla de las
Antillas, convertida hoy en el infierno rojo de América”. El proyecto cubano
era generoso. Los Estados Unidos con su bloqueo impidieron que ese proyecto se
abriera camino, y después lo acusaron de fracasar. Miremos el comienzo del
gobierno de Chávez. Ya se opinaba sobre él lo que siguen diciendo, mucho antes
de que se reeligiera, cuando apenas llevaba un año, cuando llevaba cinco,
cuando llevaba siete. Y en esas descalificaciones había elementos clasistas,
racistas. Ahora bien: no creo que la prensa conspire sistemáticamente pero hay
inercias informativas, prejuicios que se eternizan, y no todos los medios son
templos de la democracia.
C.O.T.-
Llamar a Chávez “un gran hombre que ha amado a su pueblo” ¿es, tal vez,
una afirmación inspirada en la susceptibilidad que produce la
batalla por la vida que él está dando en estas horas difíciles?
W.O.- Para
aceptar que Chávez es un gran hombre no se necesita quererlo ni admirarlo: el
mundo entero está pendiente de su vida o de su muerte. Y en cuanto a que ha
amado a su pueblo, se siente. Sería absurdo que yo dijera eso porque él esté enfermo.
Lo digo porque lo veo. Y eso no significa que todo lo que él haga sea correcto.
No lo voy a graduar de pontífice.
C.O.T.- Pero
admita que su columna es una alabanza sin ninguna crítica para él.
W.O.-
No se trata de una alabanza sino del reconocimiento al valor que advierto
en una política general. Tampoco es un análisis de una obra de gobierno.
Resumo lo que dije en la columna de esta manera: Venezuela es el único
país de América Latina en donde los pobres están contentos y los ricos están molestos.
Eso debería significar algo.
C.O.T.- Para
justificar las reelecciones de Chávez usted asegura que “en Colombia llevamos
doscientos años reeligiendo al mismo tipo con caras distintas pero con
exactamente la misma política. El único un poco distinto era Álvaro Uribe, sólo
porque era un poco peor”. Uribe, a quien usted critica, se hizo reelegir una
vez y Chávez tres ¿Cómo explica esa aparente contradicción?
W.O.- Creo
que por hacer una frase he sido un poco injusto con Uribe. En realidad, en
Colombia los peores son varios. Y Uribe hizo algunas cosas útiles. Aunque
muchos de mis amigos de izquierda lo odian y no le reconocen nada, el país era
más inhabitable cuando Uribe llegó al poder ¿Para qué negar que él les devolvió
la tranquilidad a unos sectores de la sociedad y a unas regiones? Ya sabemos
que no siempre lo hizo de la manera más limpia; y a mí me preocupa su manera de
ser: recibió el país con una guerra interna y casi nos lo entrega con tres
guerras externas. Le faltó tiempo. Pero es bueno aclarar algo: no soy por
principio enemigo de la reelección. No estaba con él. Sin embargo me parecía
lógico que Uribe se reeligiera, si lo hacía de una manera legal. Chávez lleva
trece en Venezuela, siempre elegido por el pueblo. No me parece ninguna
atrocidad.
C.O.T.-
Usted aseguró que “tal vez nos será dado asistir al paso de Chávez de la
historia a la mitología” ¿Exageración literaria o realidad política?
W.O.-
Admitamos que toda mitología es, de alguna manera, una exageración literaria.
Yo no estoy llevando a Chávez a la mitología, es el pueblo venezolano quien lo
está haciendo. El mismo día en que se publicó mi columna, el país de España
tituló: “El mito de Chávez llena su vacío”. Declarar que alguien ingresa a la
mitología, a la humilde, pintoresca, conmovedora mitología latinoamericana, no
significa alabarlo ni censurarlo, absolverlo ni condenarlo, significa reconocer
el peso de su presencia en el imaginario colectivo. Hablé de Eva Perón, de
Pedro Páramo, de Frida Kahlo. Chávez no pertenece a la historieta sino a la
historia latinoamericana, y podría con su muerte entrar en esa mitología de los
altares callejeros, con José Gregorio Hernández, con la Santa Muerte, con el
Che Guevara, con José Alfredo Jiménez. Una mitología a la que no entrarán Uribe
ni Menem ni el gerente X.
C.O.T.-
¿Es consciente de la reacción que puede generar su posición en una
Colombia como la de hoy, invadida de venezolanos que se sintieron obligados a
salir de su patria por lo que ellos consideran como abusos del chavismo?
W.O.- Por
usted me entero de que Colombia está invadida de venezolanos. Lo que sabía es,
más bien, que Venezuela está llena de colombianos desde hace muchos años. No
creo que estén desterrando a los venezolanos. Conozco gente allá,
intelectuales, artistas, empresarios, que están a favor y que están en contra
del chavismo, porque toda política tiene partidarios y adversarios. Aquí es
común estar contra Chávez, y en cambio resulta escandaloso sentir respeto por
ese proceso popular. Hay quienes me han dicho que soy muy valiente por decir
que me parece interesante y respetable. Es como si fuera obligatorio estar en
contra. Allá hay una gran polarización, pero no la violencia política que a
menudo se ensaña con Colombia.
C.O.T.-
¿Preferiría usted para Colombia un tipo de gobierno como el de Cuba o el de
Venezuela?
W.O.-
Creo que Cuba ha buscado su camino aunque le haya sido difícil
encontrarlo. Venezuela ha hecho el suyo y ninguno de ellos sirve para Colombia
que tiene que buscar el propio. Para ello, tiene que hacer un esfuerzo de
reflexión sobre su historia y cultura para poder construir una sociedad más
reconciliada y feliz. No sé si en Venezuela están gobernando bien o mal. Sé que
el pueblo está con Chávez, y eso, en un continente tan cruel con los pobres, es
notable.
C.O.T.- En
definitiva, usted es un doctrinario del chavismo…
W.O.- Yo no
tengo doctrinas: creo que es de elemental justicia estar con la gente humilde.
Los ricos tienen con qué defenderse, saben hacerlo, y saben poner el grito en
el cielo cuando algo los afecta. Colombia en cambio es un pozo de dolor casi
sin límites para la gente que no tiene cómo quejarse, ni oponerse. Y se sabe
mucho más lo que les pasa a los ricos que lo que les pasa a los pobres.
C.O.T.- Cito
la frase del comentario : “los gobiernos de Estados Unidos, que compraron la
Florida y se robaron a México, que se apoderaron de Puerto Rico y separaron a
Panamá, se habrían anexionado con gusto la hermosa isla de Cuba...” ¿Se
declara antiyanqui?
W.O.- A mí
me asombran los Estados Unidos, aprecio enormemente su literatura, sus artes, y
conozco hasta cierto punto su historia. Es un país grandioso, pero otra cosa
son sus gobiernos. Nadie puede decir que estoy mintiendo y ni siquiera
exagerando: compraron la Florida, se robaron a México, se apoderaron de Puerto
Rico y separaron a Panamá. La lista es harto incompleta. Decir la verdad no
equivale a odio alguno. El odio es una operación sentimental y lo que digo es
un catálogo de hechos que todo el mundo conoce. Si queremos hablar de cosas
positivas, también se puede: le ayudaron a Europa a acabar con el nazismo, son
la patria de Poe, de Faulkner, de Franklin y de Steve Jobs.
C.O.T.- En
todo caso, su descripción sobre ese país cuando afirma que “la mejor manera de
admirar, de respetar y honrar a los Estados Unidos, es temerles... Para ellos
somos otro mundo: materias primas, selva elemental, inmigrantes…” ¿No
corresponde más a las posición de un político de extremas que a la de un
intelectual?
W.O.- Temer
no es extremismo, es un asunto de sensibilidad. Los respeto y los honro.
He escrito sobre Whitman, sobre Eliot, sobre Emily Dickinson. Hace poco
publiqué en este diario un cuento, no sé si bueno pero conmovido, sobre la
muerte de Ray Bradbury. Y pocos objetos me parecen tan bellos como los Buick de
los años cincuenta. Pero una cosa es la cultura admirable y otra, la política
tortuosa.
C.O.T.- Su
posición ideológica, moralmente impecable, es, de otra parte, discutible por
las consecuencias políticas que puede tener un una revolución como la chavista.
Los numerosos venezolanos que evidentemente han salido de su país, dicen
que fueron despojados ¿Cree que merecían esa suerte por tener medios de
fortuna?
W.O.- Creo
en la posibilidad de construir una sociedad más equitativa y también entiendo
que debe haber mucha gente que se siente lesionada por los cambios
estructurales que ha vivido Venezuela.
C.O.T.-
Siendo usted uno de los escritores más destacados de una generación posterior a
la de García Márquez y otros del “boom” latinoamericano que fueron castristas
¿estaría fuera del siglo XXI que sería de una izquierda moderada y moderna?
W.O.- Admiro
unas cosas de Fidel Castro pero no me interesa ser castrista. Tampoco me
interesa ser chavista. Cuando estuve en desacuerdo con lo que hacía éste, no
vacilé en escribirle una carta pública que circula todavía en internet. Ahora
bien, ¿quién decide quiénes pertenecemos al siglo XXI y quiénes no? Eso de una
izquierda moderada y moderna suena a algo elegante y decorativo. Prefiero
pertenecer a los radicales del siglo XIX que a los floreros del siglo XXI.
C.O.T.-
¿Este siglo con sus símbolos ¿le parece más superficial y menos respetable que
los anteriores?
W.O.- No. Me
parece que este siglo tiene nuevos desafíos y que no puede compararse con los
del pasado. Por ejemplo, veo en el viejo marxismo muchas limitaciones. Esta es
una era en la que hay que pensar en la defensa del planeta, de los recursos
naturales y en la conservación y cuidado del agua, el oxígeno, las selvas, etc.
Entre sus nuevos desafíos están, por ejemplo, la lucha por el afecto y la
solidaridad pero sigue siendo tan defectuosa como las del pasado.
C.O.T.-
Otros escritores y laureados novelistas que pertenecieron a la edad de la
admiración a Fidel Castro y que después se arrepintieron, llaman a quienes
están en su orilla “idiotas útiles del comunismo” ¿Qué opina de este
calificativo y de los que así se oponen a Chávez y Castro?
W.O.- Tengo
por costumbre no insultar. Respetar a los adversarios engrandece las propias
opiniones. En cambio el que disminuye al adversario, disminuye la importancia
de su propia opinión ¿Qué gracia tendría tener la razón contra unos
necios? lo grande es tener la razón contra gente seria, brillante, pero
equivocada.
C.O.T.- ¿Lo
han criticado, insultado o amenazado por su columna?
W.O.- Tengo muy
buenos lectores. Cuando no están de acuerdo se burlan, y a veces hasta me hacen
avergonzar. Pero nunca me han amenazado.
C.O.T.- En
las redes sociales y en los foros virtuales de los periódicos, muchos
participantes suelen ser agresivos e insultantes cuando no están de acuerdo con
la opinión del columnista ¿cuál fue la reacción a su columna “A las puertas de
la mitología”?
W.O.-
Recuerdo opiniones positivas, algunas muy valiosas, en las que algunos lectores
llegaron a decir que aunque no compartían mi opinión, mis afirmaciones
los hacían meditar sobre el tema. En general, nunca he tenido la sensación de
que mis artículos produzcan insultos. Desde luego, no faltan los comentarios
altisonantes pero los mensajes, repito, suelen ser, más bien, reflexivos.
C.O.T.-
¿Conoció personalmente a Hugo Chávez? ¿Cuántas veces estuvo con él y por qué?
W.O.- Lo vi
una vez a la distancia dando un discurso. No lo conozco personalmente y nunca
he hablado con él. Soy tímido, y la gente tan eficiente y activa me abruma un poco.
Recuerdo que, en 2009, aquí dijeron que yo había estado en Venezuela
polemizando con Mario Vargas Llosa en defensa de Chávez. Nunca he discutido con
Vargas Llosa, aunque me gustaría hacerlo. Creo que el rumor lo echó a andar
Teodoro Petkoff, a lo mejor por algún malentendido. Yo andaba en Suiza,
trabajando en una obra de teatro con Omar Porras y, después, viajé a España a
presentar mi novela El País de la Canela. Allí me sorprendió la noticia del
Premio Rómulo Gallegos. Pero ni siquiera con ocasión de ese premio conocí a
Chávez.
C.O.T.-
Precisamente, uno de sus lectores, antichavista, dijo que usted estaba
agradecido tanto con Venezuela como con Cuba por los premios literarios que
recibió en esas naciones ¿El vínculo emocional con los gobiernos de estos dos
países lo hace ser benévolo y complaciente con ellos?
W.O.- Estoy
agradecido con Venezuela por el premio Rómulo Gallegos y con Cuba por el Premio
de ensayo Ezequiel Martínez Estrada pero ni ando buscando premios ni cambio de
opinión por recibirlos. También estoy agradecido con mi país por el Premio
nacional de Poesía del 92. Pero el mejor premio posible es que la gente lea los
libros, y mis libros son muy bien recibidos. Los gobernantes por lo general no
se enteran de los premios literarios.
C.O.T.- ¿Sería
activista político en Colombia?
W.O.-
Prefiero la opinión política al activismo, pero siento que está haciendo mucha
falta un movimiento democrático civilizado y culto en este país. Entre los
políticos y la cultura hay un abismo demasiado grande, y esos abismos condenan
a los países a la corrupción, a la miseria, a la violencia y a la
barbarie.
C.O.T.-
¿En el grupo de intelectuales, artistas y escritores colombianos ¿hay una
revitalización de las posiciones socialistas en contraposición de las derechistas
de la era Uribe o usted es un rebelde solitario?
W.O.- Yo no
me considero un rebelde. Tengo convicciones y me parece que es importante
expresarlas. Pienso muy distinto de algunos de mis colegas, que son muy
queridos amigos, como Héctor Abad y como Juan Gabriel Vásquez pero me siento
capaz de pensar distinto a ellos y, a la vez, de quererlos mucho.
C.O.T.-
Supongo que apoya el proceso de paz con las Farc ¿Qué opina de esa
organización, de sus actuaciones como guerrilla y de su posible inclusión en el
sistema político colombiano?
W.O.- Ese
proceso de paz con la Farc va tan secreto, que a veces temo que hagan la paz y
nunca nos enteremos. Esa guerra tiene que terminar, y las guerras terminan con
acuerdos. Para ello es importante que dialoguen los poderes y los guerreros.
Ellos pueden acallar las armas pero la paz la tiene que construir la sociedad
con convivencia, dignidad, solidaridad y con la posibilidad de poder volver a
caminar de noche por los montes, tener una memoria compartida: esas cosas que casi
nunca entienden los políticos.
C.O.T.- ¿Qué
pasó con su “franja amarilla” y qué fue de ese ensayo que usted escribió hace
unos 15 años?
W.O.-
La franja amarilla no fue un movimiento sino un intento de interpretar la
realidad del país en el último siglo, y una propuesta para buscar que los
sectores ciudadanos que hasta ahora no se han manifestado políticamente,
participaran en la construcción de Colombia. El nombre “franja
amarilla” era una metáfora sobre los colores de la bandera: el rojo y el azul
han sido símbolos de los partidos tradicionales. Ahora que han perdido su
vigencia, me preguntaba dónde estaba la franja amarilla. Una nueva generación
de estudiantes y lectores ha tenido en esa idea, un referente. Ojalá sea
productiva.
Apartes del elogio de Ospina a Chávez
“Medios del
continente han hecho un gran esfuerzo por convertir a los contradictores de
EE.UU. en los grandes equivocados. Lo han intentado con Cuba y recientemente
con Venezuela, hasta el punto de que sus elecciones victoriosas son siempre
sospechosas. No importa que en Colombia compren votos o arreen electorados bajo
promesas o amenazas: esta democracia nunca está bajo sospecha. No importa que
los paramilitares produzcan en diez años doscientos mil muertos en masacres
bajo todas las formas de atrocidad: la democracia colombiana sigue siendo
ejemplar, porque los poderes de la plutocracia siguen al mando. Pero si alguien
es enemigo, no de los EE.UU sino de los abusos del imperialismo, eso lo hace
reo de indignidad. Uno de esos grandes enemigos del imperialismo es Hugo
Chávez. Por ello, aunque nadie pueda atribuirle crímenes como los que manchan
las manos de tantos poderes en el mundo, para muchos opinadores y medios es un
dictador y un tirano… (porque) ha sido duro con los dueños tradicionales del
país y eso no se lo perdonan. Ya se lo perdonarán: cuando adviertan que todo lo
que se haga a favor de los pueblos fructifica en sociedades más reconciliadas
consigo mismas… Tal vez nos será dado asistir al paso de Chávez de la historia
a la mitología…”.
Mezcla de poesía, prosa y política
William
Ospina es uno de los escritores contemporáneos más destacados. Poeta, ensayista
y novelista, ha obtenido reconocimiento más allá de las fronteras por su serio
trabajo literario, pero también por sus investigaciones históricas lo que lo ha
conducido a tomar posiciones políticas no exentas de polémica, como la que
asumió en la columna que escribió para El Espectador el domingo pasado y en la
cual hace una encendida defensa de Hugo Chávez. Su comentario no habría llamado
la atención si no fuera por el valor que requiere ir contra la corriente
pública en un país tan derechizado como Colombia.
Cecilia
Orozco.- Se rumora que cuando el presidente venezolano fallezca será sepultado
en un mausoleo, al lado del de Bolívar. ¿Qué opina de ese acto que pretende
instalar en la memoria colectiva a Chávez como un nuevo libertador?
W.O.- Era de
esperarse una decisión así, pero esos actos son simbólicos, sin
consecuencias definitivas. Sólo la historia decide dónde reposan para siempre
los recuerdos sobre los seres humanos.
C.O.- ¿La
vida de Chávez le interesaría para escribir una novela?
W.O.- La
literatura requiere cierta perspectiva para abarcar la complejidad de los
hechos y la hondura de sus efectos. Es difícil novelar sobre actos tan recientes.