lunes, 6 de junio de 2016

CULTURAS NACIONALES Y ESCUELA Por Gustavo Villamizar

CULTURAS NACIONALES Y ESCUELA

Gustavo Villamizar D.

El cuento de la globalización o la mundialización, la posibilidad de conectarnos con pueblos y culturas de otras latitudes, lejanas, desconocidas, sorprendentes, que parecen haber hecho realidad los sueños de Marco Polo y otros grandes navegantes en su ansia de conocer y acercar diversas culturas con sus señales singulares, ha venido acompañado de un desarrollo sin precedentes de lo que se denomina la “industria cultural”. Una poderosa avalancha de información, música, moda, productos de entretenimiento, juegos, películas, videos, literaturas menores y otros más, como el fast food, la vida light, el ritual del cuerpo y los patrones de belleza, el consumismo y la frivolidad, conceptuada por muchos como la punta de lanza de la occidentalización del mundo y definida por Vargas Llosa (2012), a través del título de uno de sus libros, como la “Civilización del Espectáculo”, cuya característica fundamental es el entretenimiento como valor supremo, en la que divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal.

En medio de tales realidades, que en últimas no son otra cosa que la imposición de los valores del capitalismo, se desenvuelve nuestra cotidianidad y por supuesto, la escuela. Bajo estas influencias, cada vez mayores, llegan nuestros muchachos a la institución y ella en su perplejidad ante tan novedosas circunstancias, simplemente replica tales influjos, sin más. Parece que no hay fuerza, ni base pedagógica  y tampoco voluntad para revertir esta agobiante influencia que pesa tanto en lo actitudinal y en los factores conformantes de la personalidad y la ética de niños y jóvenes.

La sociedad y las instituciones (familia, escuela, medios de comunicación, etc.) son responsables de la formación de los ciudadanos, procurando atención a las diversas áreas que comprenden su desarrollo integral. Una de ellas es la relativa a los saberes de la nacionalidad y el acercamiento a las culturas nacionales, a partir de las cuales se forja el conocimiento del país, su historia, sus gentes, bellezas naturales,  riquezas,  su estima, valoración y  arraigo a la tierra. En nuestras instituciones educativas es poco lo que se hace en este sentido, algunos proyectos que se han activado se cumplen a regañadientes,  sobre todo en el sector privado y por supuesto, sin la intervención de la supervisión escolar.

El tapiz cultural venezolano es de tal manera diverso y fascinante que puede considerarse casi inagotable. Mientras el mundo asiste a un debilitamiento de la industria cultural marcado por la repetición, el reciclaje y la carencia de innovaciones,  constituimos un auténtico reservorio de culturas con cualquier cantidad de matices, algunas prácticamente vírgenes, incontaminadas y es a toda vista inexcusable que nuestro sistema educativo tenga tan poco que ver con ellas. A nuestro derredor hay una fuente casi inextinguible de manifestaciones culturales cargadas de un maravilloso mestizaje por lo cual resultan absolutamente singulares e impactantes.

Nuestros centros educativos deben convertirse en focos, sedes, ambientes de las ricas culturas nacionales con toda su diversidad y plenitud, convertidos en elementos de contención ante la asimilación sumisa, casi natural de los factores repetitivos, sin calidad ni sorpresa, que nos presenta a diario la industria del espectáculo. No se trata de cerrarse a lo de afuera, sino de conocer, valorizar y fortalecer  lo nuestro para confrontarlo en un diálogo fructífero con lo  foráneo, como vía para no sucumbir ante la frivolidad y las manifestaciones prefabricadas, plenas de luces, utilería y efectos que caracterizan la cultura de la frivolidad.  

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